EL ÚLTIMO ENCUENTRO

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Soplaba un viento frio por los viejos jirones de la ciudad señorial, el gris tenue de un invierno que ya debía haberse ido, pero que aún se resistía a darle paso a la primavera de otros tiempos calaba sigiloso entre los resquicios de los poros de cada transeúnte que presuroso buscaba el punto de llegada. Las nubes vacuas cubrían de un manto celeste gris y escondía el cielo de la ciudad, muy pocos miran al firmamento, sea de día o de noche, las estrellas son escasas, y cuando se quiere perder la vista en el infinito, viajan 10 minutos al oeste y disfrutan del crepúsculo, despidiendo al astro rey camuflado entre las nubes o contemplarlo entero, amarillo, naranja ó rojo, sencillamente circular hundiéndose en el mar lentamente, llevándose el halo de cielo en gamas celestes, ocres y rojas.

Limpiaba los trastos de la casa, laboriosa como siempre se le había ocurrido exterminar insectos indeseados que arrastraban sus asquerosas extremidades por toda la cocina al amparo de la oscuridad. Y bien, compró kerosene, seguro a dos cuadras de la casa, en aquella puerta de madera maltrecha frente al cruce de la avenida, o quizás en aquel callejón que estaba a dos cuadras de su casa. No podía imaginar, que aquella tarde el mundo se le pondría nuevamente al revés.

Habían pasado varios meses desde que se fue. De pronto decidió dejar la casa. Ella cree que no soportó más, agobiado por las deudas simplemente desapareció. Había soñado con él la noche anterior, lo escuchó tarearar su melodía de siempre, y en la confusión del recuerdo de lo soñado se vio caminando con él por la avenida, haciendo el mercado, riéndose de la seudo lectura del tarot que le hizo a la vecina; lo recordó apretándole las manos y consolando las lágrimas que asomaban a sus ojos, le volvió a sonreír como siempre lo hizo, sintió apretado el pecho, despertó sobresaltada, vio en la pequeña ventana teatina que estaba en el techo y dejaba entrever la luna redonda de la madrugada que aún no amanecía, un suspiro escapó de sus labios, llevó sus manos hacia la cabeza y solo se pregunto, por qué?. No tenía respuesta y es posible que nunca la tuviera.

Se encontró con él en la calle, no hacia muchas semanas de eso, tomaron un café, hablaron largo, se contaron ambos lo que hicieron los últimos meses. Hablaron tanto y en verdad no se dijeron nada, se despidieron sin decir más, sus miradas confesaban a sus inconscientes, y quien sabe hasta cuándo se volverían a encontrar. De nada servían los lamentos, el tiempo había pasado y sus caminos se bifurcaron después de haber caminado un largo sendero.

Eran aproximadamente las cinco de la tarde y ella afanosa en la tarea de limpieza olvido el sueño del amanecer. El dio mil vueltas, antes de decidirse e ir a verla, contaba los pasos se debatía entre la incertidumbre de encontrarla o no, entre saber que le diría si lo ve nuevamente en la casa, se imaginó cruzando el umbral del salón principal avanzado como si no hubiera transcurrido tanto tiempo, luego se sintió extraño en esa casona que ya no frecuentaba, que un día sintió suya, tuvo la extraña sensación de flotar sobre una densa neblina invernal y entonces percibió el frio fantasmal de los recuerdos olvidados. No necesito pretextos, aceleró el paso, metió las manos en los bolsillos, cogió la llave del antiguo portón con llamador de garra de león que aún conservaba e ingresó, el silencio era total, el canto rodado del zaguán de la casa daba paso a la cancela de madera, ni siquiera se escucharon el sonido de los goznes. Pisaba las mismas huellas que dejó la última vez que entró, se encaminó por el pasadizo lateral, seria sencillo para él realizar ese trayecto con los ojos vendados, luego de atravesar el traspatio escuchó algún sonido en el antiguo lavadero de la casa.

Cuando la vio, sonrieron sus ojos, el corazón se aceleró, temblaron sus piernas, se acercó lentamente, la abrazo y la beso, ella no pudo reaccionar, su corazón latía a mil por hora, el único susurro que escuchó fue –te extraño, te extraño muchísimo- ella respondió yo también, no te imaginas cuanto. Sus labios se habían fundido en un beso cargado de ansias, de ternura, de recuerdos, de descalabros de sus realidades; sus brazos se entrelazaron haciéndose por unos cuanto segundos un mismo ser, al separarse se miraron hondamente, se preguntaron al unísono ¿Cómo te va?, también respondieron a coro, allí bien, no fueron capaces de decirse más, regresaron al tiempo y espacio donde estaban.

Bueno me voy, prométeme que te cuidaras - dijo él - , finalmente se abrazaron, se dieron un beso de despedida, ella no dijo nada, sus ojos negros e inquietos gritaban lo que sentía, ambos sabían que no volverían a verse otra vez. La noche a la que dio paso esa tarde mágica, nunca más amaneció.

AUSENCIA

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A todos los que aún seguimos aquí, batallando en el fragor de los días

La garúa cae como menudas chispas de colores
El aire resopla en mis sentidos tu presencia
Vuelvo a extrañarte una vez más
Te conviertes en el artificio
Para abstraerme de la conciencia de estar vivo
Y entonces siento tus manos azules
Deslizándose suavemente por la selva de mis cabellos
Veo tu mirada en el mínimo reflejo de luz
Y escucho tu voz como eco en el silencio
Apaciguando esta indomable certeza de tu ausencia

ANSIAS DE PAZ

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El día renace en la urbe nuevamente
Pululan infranqueables caminantes a tropel
Las esquinas gritan desgarradamente
Fantasmas de viudas y huérfanos
La banca solitaria de la madrugada
Esconde bajo el frío mármol
El llanto de siete niños
Que endulzaban su hambre con un poco de sal
La iglesia guarda tras su campanario
Los minutos de paz desesperada
Que el creyente se atrevió
A hurtar de su vida
Y el cristo volvió a llorar
Más desconsolado que en Getsemaní
Conciente de la pasión y muerte
De cada persona destinada a caer
Tras la pasión de su rutina
Realidad lastrada de dolor y decepción
Pesadilla absurda de aquel sueño intermitente
Que empezó al nacer
Ráfagas de luz inundan
La noche eterna de sombras
Ansias de paz que siguen buscando
El sol de un nuevo amanecer
Urge reinventar sentimientos
Que sean lumbre de aventuras por venir

GRIS LA MAÑANA

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Gris la mañana devela la ausencia del estío
La neblina me invade juega con mis retinas
Me plasma en el vacío de esta hondonada de dolor
Mis uñas rasgan la muralla de mi llanto
El abdomen se me llena de una brisa helada
No siento el tiempo
No logro atrapar ni el más fugaz recuerdo
Sólo me palpita el desasosiego
Diseccionándome las entrañas
Detrás de mis entrañas
Se me despelleja la epidermis del torso
Recojo la piel de mi rostro entre mis manos
Me precipito en este calvario

Sé que luego
Una vez más me levantaré

EXTRAVIADO

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Como ese sol escondido
Tras la sombra de tus huellas en la arena
Recibo al mar encantado de tu voz
En suaves murmullos bañando mis pies
Andando con mi corazón a la deriva
Extraviado en la infinita noche de tus ojos
Confundido en esta soledad que me absorbe
Ubicuamente te busco en la alternancia
De este mundo que me arrebata de tus sueños
Y atravieso los parajes de recuerdos futuros
Aprisionado por la tibieza de tus manos
Ensendado en el sueño
De esta inmensa travesía sobre tu piel

REINVENCIONES II

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Mis ojos se pierden en los arcos continuos
De una antigua iglesia sin santos
En sus bancas perdidas ya no se rezan penitencias
Mi alma busca el silencio agazapado de un rincón
Acompañando a una Eva callada que perdió el edén
Me pregunto qué será de mí?
Dónde me dejé olvidado?
En que línea del tiempo me escabullí?

Y entonces desconozco mi reflejo
Andante nocturno entre el río y las estrellas
Que imprime mis pasos y rayan sobre mi cabeza
Extraviado en sueños guardados al viento
Me encuentro
Me pierdo
Me vuelvo a encontrar
Y otra vez me siento frente a mí
Sin saber que decir

REINVENCIONES I

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Viejas melodías deslizan sus notas inventando un otoño
En esta suerte de crepúsculo matutino
Se van internando sigilosamente en la silenciosa memoria
De aquellas razones que dieran sentido a mis despertares
Aún percibo los aromas de tu piel
Recreo en mis reflejos la dulzura de tus miradas
Y siento palpitando tus palabras en mis manos
Me abrazo desesperadamente a tu sombra
Trasgrediendo tiempo y espacio
Cierro los ojos
Redescubro recuerdos olvidados
Simplemente siento
Percibo
En esta oscuridad me reinvento
Callo
De regreso a la luz nuevamente
Respiro

LOS PININOS DE BECKY

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LAS ESTRELLAS
Rebeca Sánchez Haro ( 7 años)

Aquello tan bello
Que se ve en el cielo
Son puntos de luz
Brillantes y deslumbrantes
Que la luna las acompaña
Mucho antes de la mañana

Centellas que veo en el firmamento
Son luces que me enseñan
El camino divino

Estrellitas de colores
Que iluminan con fulgores
El sendero de la vida

NOSTALGIAS

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NOSTALGIA I

Corría la lluvia inclemente a través de la vereda vieja del pueblo, obligaba a cobijarse en el más inusual parapeto y requintar a los mil demonios el haberse puesto la muda nueva. Pasó poco más de cuarenta minutos y la lluvia empezó a menguar, el caudal del riachuelo que se había formado al pie del sardinel iba haciéndose lento hasta estancarse totalmente, tras la aparición del arcoíris en un cielo celeste gris que no decía nada. Allá en el fondo de esos cerros donde empieza la sierra, allá donde llueve con la frecuencia que aquí sale el sol, allá donde se hundieron los recuerdos que huyeron al cielo una tarde de lluvia que logré olvidar que un día te amé.


NOSTALGIA II

Más allá del dolor y la nostalgia
que significó el verte partir,
el verte voltear el rostro y emprender el vuelo,
más allá de las noches ebrias de recuerdos
y asfixias del alma sintiendo tu ausencia,
más allá de tantos años añorando que amanezca,
más allá de lo sueños callados,
de las ilusiones quebradas
más allá estaban la alegría y la paz
que al final encontré

DECLAMANDO A VALLEJO

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Alfonso: estás mirándome lo veo,
Desde el plano implacable donde moran
Lineales los siempre, lineales los jamases…
Tropecé con estas líneas, cuando leía Poemas Humanos, allá por el segundo lustro de los ochenta, en que me propuse aprenderme de memoria Los Nueve Monstruos para poder declamarlo en un certamen cultural en el pueblo joven de El Porvenir, Sector Rio Seco; y no pude evitar sentirme aludido. En este poema el poeta santiaguino, dedica sus versos a su amigo Alfonso da Silva Santisteban, músico talentoso nacido en el Callao, que compartiera con César en Europa agotadoras faenas de bohemia. Cómo poder escapar de la fuerza emotiva que encierran sus líneas cuando termina diciendo
porque te quiero, dos a dos, Alfonso
y casi lo podría decir, eternamente
.
Mi relación con Vallejo se inició mucho antes, durante los cursos de la educación secundaria, frescos están aún, pese a los años transcurridos los 15 minutos que me llevó aprenderme Los Heraldos Negros y las interrogantes que cernieron en mi cabeza para explicarme algunos de sus versos. Años más tarde cuando me propuse declamar sus versos se hizo menos compleja la comprensión.
Retomando estos tiempos he de rememorar las verbenas artísticas que organizábamos en El Porvenir, estos eventos eran promovidos por un grupo de jóvenes entusiastas cuyo único afán era el de llevar algo de cultura a nuestros vecinos, en un lugar alejado de la ciudad de Trujillo en donde no era común escuchar un poema de César Vallejo, presenciar una obra de teatro, o simplemente disfrutar de la música vernacular. Eramos por aquellos tiempos un grupo de jóvenes inquietos, uno de los más animados era Juan Villacorta, presidente de este Club Juvenil que denominamos “Todos Unidos”, si la memoria no me traiciona. Juan es hoy en día, catedrático de la Facultad de Educación de la Universidad Nacional de Trujillo, Jefe del Departamento de Literatura, espero que también recuerde con gratitud aquellos años.
Improvisábamos escenarios en los descampados arenales o sobre algún tráiler habilitado para este fin, en el mejor de los casos en algún salón parroquial o local comunal. Aún recuerdo nostálgicamente, el rostro embelesado de los concurrentes cuando escuchaban a Nacho Narvaez, - declamador colombiano que radicó varios años por estos lares - interpretando poemas de César Vallejo, era simplemente genial y lograba transmitir las emociones del poema a sus observadores y entonces más allá de la significancia de cada verso, el público sin más preparación que la escuela que da la vida, lograba conmoverse y los aplausos eran su manera espontanea de reconocerlo. En aquellos días enrumbaba mis primeros pasos en la declamación fuera de las aulas escolares.
Se han realizado y seguirán efectuándose múltiples estudios sobre la poética vallejiana, y enhorabuena que así sea; no obstante, sus versos al margen de la lingüística, el vanguardismo y la revolución de la palabra con la que fueron concebidos también albergan en su contenido cargas emocionales que hacen despertar las sensibilidad en cualquier ser humano, de allí su universalidad, he aquí la grandeza de quien clamó diciendo: “ Y de resultas del dolor/ estoy triste hasta la cabeza/ y más triste hasta el tobillo/ de ver al pan crucificado…

CAMINANTE

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La noche callada y totalmente oscura, escondía una soledad gélida al son del viento que soplaba a través de sus oídos, abstraído en miles de pensamientos inextricables, enredado en miles de preguntas sin respuestas sin ni siquiera alternativas, sólo caminaba a la luz tenue del farol de la calle, parecía una calle fantasma, coincidentemente en esos largos minutos, ni siquiera un alma en pena atravesaba la calzada. Su paso lento y pesado denotaba una tristeza honda como el abismo de su mirada perdida en la penumbra del pavimento.
Aún se preguntaba si es verdad que el destino estaba escrito, o lo vamos escribiendo a voluntad, y sólo esa interrogante traía consigo una vorágine de por qués, cómos y cuándos, siempre sin explicar, y lo peor de todo es que estaba seguro, que nunca tendría la explicación, y volvía como en un círculo vicioso a repasar los últimos días, los últimos meses, los últimos años, más allá de sus acciones y sus sueños; de lo que hizo, lo que quiso hacer y hasta lo que no pudo hacer, y nuevamente el por qué asaltando sus sienes, rebuscando en su memoria, en su razón, en su madurez y su ingenuidad, entre su conciencia y su indómito interior, sin lograr descifrar la extraña confabulación de espacios, tiempos y circunstancias.
Y entonces no quedaba más que caminar, caminar, caminar…, sin rumbo fijo sin ver más allá del próximo paso, sin cuestionarse, sin responderse, arrastrado por la magia que envolvía su lucidez y lo dopaba en una suerte de éxtasis demencial y adictivo. De pronto una sonrisa guardada se reflejó en su rostro y sin pensar más, sólo atinó a dejarse llevar por su alma, inmersa en el espejo astral que aparecía en su cielo, había vuelto, como y cuando tenía que hacerlo, sino sencillamente dejaría de contarlo, entonces, apresuró el paso y enrumbó …a indagar su destino…

AÑORANZAS

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II

Aún la noche más oscura
Se ilumina con pequeños destellos
De tu recuerdo aquí en mi mente.

He visto nuestras sombras
Abrazarse en comunión de luz
Y he sentido los cristales de tu voz
Acariciando mi pecho desnudo

El agua cae gota a gota a un ritmo que desconozco
Me repite tu nombre deslizado por mis dedos
Baño con él mi rostro y me lleno de ti
Abandono mis sentidos
Dejo mi cuerpo cansado
Y te busco esperándote
Y te encuentro
Y me buscas

El viento sopla lentamente
En el valle de tus ojos
Donde florecen
Primaveras de tus labios
Y tu piel invade mis otoños fríos y callados

Ven, dame tu mano
… Solo vamos
Aún tenemos mucho por a n d a r...

CRONICA

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LA BENDITA MANIA DE FUMAR

Por : Alfonso Sánchez Mendoza

El aire frío de esta noche de luna provoca tiritantes estremecimientos en mis poros callados. Hace sólo unas horas caminaba por la plaza mayor justo en la hora del umbral entre la tarde y la noche. Creo que esos pocos minutos embargan veredas, bancas y jardines en un halo de magia al que no puedo escapar, arroban mi memoria caminatas lejanas, huellas que se fueron perdiendo congelándose en la línea del tiempo.

Enciendo el único pero religioso cigarrillo de la noche, aquí frente al teclado intento escribir algunas líneas sobre esta “mala costumbre” de fumar. Releía no hace mucho un cuento de Julio Ramón Ribeyro “solo para fumadores” confieso que no intento hacer una apología a este vicio, y menos un tratado tan profundo como lo hizo este admirable y excelente escritor peruano, sí, es mi propósito, como simple mortal aficionado a estas lides de la narración, compartir con usted amigo lector mi experiencia con este afán de aspirar y exhalar humo con nicotina y alquitrán.
Empecé mi aventura como muchos en los años adolescentes, cursaba el quinto de secundaria si mal no recuerdo, 16 años según mis rápidos cálculos nemotécnicos. Nunca consumí más de cinco cigarrillos por día, pero es curioso, tampoco pude dejarlo por mucho tiempo tras un mil intentos fallidos. Alojado en mi cuarto de soltero, a veces me veía en la necesidad de salir al patio de la casa a fumar el cigarrillo nocturno tras los reclamos de la vecina del cuarto que ocupaban sus hijos en el altillo que estaba sobre mi habitación, pues el humo que subía por el entablamento de mi techo perjudicaba a sus niños de 3 y 5 años.
Las antiguas casas de la beneficencia, encierran en sus muros cierta magia de la que no he podido escapar, esos paramentos fueron testigos de infinidad de versos escritos a la luz tenue de una bombilla, en su silencio cómplice de luna, o a la luz frágil de una vela en los tiempos de apagones que seguro muchos recordamos. Por aquellos días con el corazón atribulado, con la mente enmarañada en razones que nunca quise entender, abrazado a la soledad callada de las cuatro paredes de mi cuarto y con la extraña compañía de un cigarrillo golpeado de cabo a rabo. Se me hacia muy dicil desprenderme de esta necesidad de exhalar bocanadas de humo para poder dormir tranquilo; para devolverle la calma a mi cuerpo cansado del diario trajín.
Guardo en mis recuerdos quizás los momentos más aciagos de mi vida sostenidos por un cigarrillo entre los dedos, alimentado por ese humo que desoxigenando mis pulmones me sostuvo para no desfallecer. Desde los cigarrillos iniciales, tras el primer desengaño sentimental, transitando por aquellos que acompañaban las primeras borracheras estudiantiles, fue tomando cuerpo la costumbre.
Se dice que estas manías se heredan o se adquieren por imitación, en la casa donde me crié, el tío Javier no recuerdo que fumara, es más creo que nunca lo vi encender un cigarrillo, mas bien mi padre fumaba como “chino en quiebra” así rezaba siempre mi tía María, cuando se refería a él.
Mentiría si digo que no lo vi fumar, pero al no vivir con él, no se grabaron en mi niñez esas imágenes. Años después, sabría que hubo un tiempo que Don Sergio Sánchez, mi padre, encendía un cigarrillo en la mañana con un sólo fósforo y no volvía a usar otro cerillo durante el resto del día, la colilla del anterior encendía el siguiente hasta bien entrada la noche en que se acostaba. Supongo que habrán predisposiciones genéticas en mí, que no permiten abandonar del todo esta “costumbre”.
Los tiempos de la escuela de teatro fueron memorables, con la taza de café de las seis de la tarde acompañada ineludiblemente con un cigarrillo, claro está, cuando las arcas de los bolsillos daban la medida. También es el tiempo de los “fallos” compartidos, era placentero disfrutar un cigarrillo en el frío de la tarde de invierno, sacrificando a veces hasta el pasaje para regresar a casa.
Cuando andaba en la universidad, siempre me hablaron de las noches de estudio con media o una cajetilla de cigarrillos, confieso que nunca pude estudiar o trabajar y fumar a la vez, siempre he fumado para descansar, para relajarme o finiquitar el día.
A estas alturas de esta nota recuerdo el episodio de la historia de Ribeyro, en la que este salta desde un segundo piso para dar unas cuantas pitadas, sin haber llegado a esos extremos he andado cerca de escenas similares, y entiendo la angustia sentida en cuerpo y mente; salir de mi habitación y caminar cinco o seis cuadras sólo para regresar fumando un cigarrillo y guardar el otro justo para el momento en que recostado en mi cama, escuchando música, dé el ultimo golpe, colilla al cenicero o al suelo según sea el caso, la media vuelta final y a soñar se ha dicho. Esto en el mejor de los casos cuando la billetera lo permitía, otras veces cuando no me acompañaba ni el más mísero céntimo, me empecinaba en buscar aquel olvidado, algún día, en algún rincón, en alguna caja o cajón; no siempre el safari obtenía su presa, entonces el sueño no llegaba, solo el cansancio y la rabia contenida doblegaban los parpados pesados.
La noche que fumé la mayor cantidad de cigarrillos que yo recuerde, fue la del 7 de noviembre del año 95, solo este conocido compañero y el café me mantuvieron en pie velando a mi querida viejecita, mientras otros tomaban el calientito, o descansaban dormitando a sobresaltos, pude apelar a esa calma, pude contener el llanto escondido en un rincón de mi ser.
Las pocas veces que he dejado de consumir tabaco han sido explícitamente por recomendaciones médicas, y aunque siempre han tintineado en mis oídos consejos y hasta “amenazas” de mis seres queridos, no he logrado desprenderme de este sencillo placer. Asumo que esta “costumbre” continuará minando mis vías respiratorias, acortando segundos de vida cada día, pero devolviéndome la paz para dormir cada noche. Y a propósito de noche, es poco más de la medianoche, con sus debidas disculpas, culmino esta crónica para terminar mi cigarrillo y poder irme a dormir.

FILIALIDADES

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DORMITANDO

Al encantador reclamo de Becky

Mirada vivaz buscando respuestas de sol
Te vi dormitar la media tarde de ayer
Mejillas carmín sonrosaban tu gesto de noche en azul
Y el extraño silencio confabuló con mi memoria
Bosquejando el son y el color de tu sonrisa inocente
Arrojé mil luceros suspendiéndolos del cielo de tu voz
Recreé tus reproches de brazos cruzados
Y hasta tu frente clavada en la mía
Antesala de la cascada de risas que sueles entonar
Tus manos atrapando mi cuello
Congracian la más intrépida de tus travesuras
Trazando sonrisas crecientes
En colores de frutas que son para ti

El pensamiento me susurra quedamente
Que pronto
Pronto despertarás



ARIMÉTICA

Tres más uno cuatro
Ocho más ocho dieciséis
La aritmética te cambia el gesto
Me muestras la hoja de prácticas
Y me miras
Con esa esperanza infantil
De no tener errores
Me convierto por instantes
En el implacable corrector
Con la vista en el papel adivino tu rostro tras el veredicto
Las matemáticas son exactas te repito
Vuelves a tu mesa corriges y sonríes victoriosa
Tus ojos se llenan de luz
Irás a jugar o a ver la televisión

Si la vida fuese tan simple como la aritmética
Quizás no estaría aquí
Callado
Reencontrándome con mi silencio.

CATARSISPHYLIA

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Porque la depresión, el temor y la sinrazón
No es exclusividad de nadie
Es simplemente humana…


I

La tarde calla los estragos del alma
Y en el fondo azul de mi conciencia
Se inicia el burbujeo naciente del manantial
De aquellos versos que buscan el alba.
Ingresa mi mente en un trance extraño
Se agolpa mi respiración,
Regurgito mis sentimientos
A ritmos de silencio y de paz
Me asalta la imperiosa necesidad de escribir un verso
De zambullirme en el mar de esta Catarsisphylia
Que me condena a esta sensación
De flotar libre con la vista al cielo
Reinventando los sentidos en su lugar
Antes de resurgir a mis latidos de la escena cotidiana



II

Me pone en vilo tu mirada
Cada vez que te veo marchar
Porque quedarse en un lugar
Es una forma de marcha quieta

Me alejo de tu presencia
Con la nostalgia que embargan los recuerdos
Con la tristeza fría de la memoria frágil
Y el sabor amargo de saberte ausente

Lejos muy lejos del recuerdo
Y del laberinto del pasado
Camino presuroso en busca del destino,
En busca del sol
Que ahuyente mis días negros
Y penumbras otoñales

Despierta el aprendiz de vate
En una repentina ráfaga
De versos confusos en la mente
Ensaya pasos de danza mi bolígrafo
E intenta plasmar en el papel y los oídos
Ese deseo urgente de gritar
Esta necesidad de seguir