La noche callada y totalmente oscura, escondía una soledad gélida al son del viento que soplaba a través de sus oídos, abstraído en miles de pensamientos inextricables, enredado en miles de preguntas sin respuestas sin ni siquiera alternativas, sólo caminaba a la luz tenue del farol de la calle, parecía una calle fantasma, coincidentemente en esos largos minutos, ni siquiera un alma en pena atravesaba la calzada. Su paso lento y pesado denotaba una tristeza honda como el abismo de su mirada perdida en la penumbra del pavimento.
Aún se preguntaba si es verdad que el destino estaba escrito, o lo vamos escribiendo a voluntad, y sólo esa interrogante traía consigo una vorágine de por qués, cómos y cuándos, siempre sin explicar, y lo peor de todo es que estaba seguro, que nunca tendría la explicación, y volvía como en un círculo vicioso a repasar los últimos días, los últimos meses, los últimos años, más allá de sus acciones y sus sueños; de lo que hizo, lo que quiso hacer y hasta lo que no pudo hacer, y nuevamente el por qué asaltando sus sienes, rebuscando en su memoria, en su razón, en su madurez y su ingenuidad, entre su conciencia y su indómito interior, sin lograr descifrar la extraña confabulación de espacios, tiempos y circunstancias.
Y entonces no quedaba más que caminar, caminar, caminar…, sin rumbo fijo sin ver más allá del próximo paso, sin cuestionarse, sin responderse, arrastrado por la magia que envolvía su lucidez y lo dopaba en una suerte de éxtasis demencial y adictivo. De pronto una sonrisa guardada se reflejó en su rostro y sin pensar más, sólo atinó a dejarse llevar por su alma, inmersa en el espejo astral que aparecía en su cielo, había vuelto, como y cuando tenía que hacerlo, sino sencillamente dejaría de contarlo, entonces, apresuró el paso y enrumbó …a indagar su destino…
Aún se preguntaba si es verdad que el destino estaba escrito, o lo vamos escribiendo a voluntad, y sólo esa interrogante traía consigo una vorágine de por qués, cómos y cuándos, siempre sin explicar, y lo peor de todo es que estaba seguro, que nunca tendría la explicación, y volvía como en un círculo vicioso a repasar los últimos días, los últimos meses, los últimos años, más allá de sus acciones y sus sueños; de lo que hizo, lo que quiso hacer y hasta lo que no pudo hacer, y nuevamente el por qué asaltando sus sienes, rebuscando en su memoria, en su razón, en su madurez y su ingenuidad, entre su conciencia y su indómito interior, sin lograr descifrar la extraña confabulación de espacios, tiempos y circunstancias.
Y entonces no quedaba más que caminar, caminar, caminar…, sin rumbo fijo sin ver más allá del próximo paso, sin cuestionarse, sin responderse, arrastrado por la magia que envolvía su lucidez y lo dopaba en una suerte de éxtasis demencial y adictivo. De pronto una sonrisa guardada se reflejó en su rostro y sin pensar más, sólo atinó a dejarse llevar por su alma, inmersa en el espejo astral que aparecía en su cielo, había vuelto, como y cuando tenía que hacerlo, sino sencillamente dejaría de contarlo, entonces, apresuró el paso y enrumbó …a indagar su destino…
1 comentarios:
Personalmente me encanta caminar. Es una de las mejores cosas que hago. Y si se analiza un momento mecánico de la acción del caminar, me doy cuenta, tristemente, que eso es: mecánico. Yo procuro darle siempre otro sentido, no tropezándome, buscando direcciones, "estirando las piernas" o filosofando un poco, sino dando gracias por tener dos pies que no me privan de tan efímero espectáculo. Saludos.
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