El día renace en la urbe nuevamente
Pululan infranqueables caminantes a tropel
Las esquinas gritan desgarradamente
Fantasmas de viudas y huérfanos
La banca solitaria de la madrugada
Esconde bajo el frío mármol
El llanto de siete niños
Que endulzaban su hambre con un poco de sal
La iglesia guarda tras su campanario
Los minutos de paz desesperada
Que el creyente se atrevió
A hurtar de su vida
Y el cristo volvió a llorar
Más desconsolado que en Getsemaní
Conciente de la pasión y muerte
De cada persona destinada a caer
Tras la pasión de su rutina
Realidad lastrada de dolor y decepción
Pesadilla absurda de aquel sueño intermitente
Que empezó al nacer
Ráfagas de luz inundan
La noche eterna de sombras
Ansias de paz que siguen buscando
El sol de un nuevo amanecer
Urge reinventar sentimientos
Que sean lumbre de aventuras por venir
1 comentarios:
Este poema parece un parafraseado de aquel que apareció en "Delineando un sueño" en el 2004, verdad?¿? igualmente, una veña a la paz.
Publicar un comentario