LOS PININOS DE BECKY

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LAS ESTRELLAS
Rebeca Sánchez Haro ( 7 años)

Aquello tan bello
Que se ve en el cielo
Son puntos de luz
Brillantes y deslumbrantes
Que la luna las acompaña
Mucho antes de la mañana

Centellas que veo en el firmamento
Son luces que me enseñan
El camino divino

Estrellitas de colores
Que iluminan con fulgores
El sendero de la vida

NOSTALGIAS

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NOSTALGIA I

Corría la lluvia inclemente a través de la vereda vieja del pueblo, obligaba a cobijarse en el más inusual parapeto y requintar a los mil demonios el haberse puesto la muda nueva. Pasó poco más de cuarenta minutos y la lluvia empezó a menguar, el caudal del riachuelo que se había formado al pie del sardinel iba haciéndose lento hasta estancarse totalmente, tras la aparición del arcoíris en un cielo celeste gris que no decía nada. Allá en el fondo de esos cerros donde empieza la sierra, allá donde llueve con la frecuencia que aquí sale el sol, allá donde se hundieron los recuerdos que huyeron al cielo una tarde de lluvia que logré olvidar que un día te amé.


NOSTALGIA II

Más allá del dolor y la nostalgia
que significó el verte partir,
el verte voltear el rostro y emprender el vuelo,
más allá de las noches ebrias de recuerdos
y asfixias del alma sintiendo tu ausencia,
más allá de tantos años añorando que amanezca,
más allá de lo sueños callados,
de las ilusiones quebradas
más allá estaban la alegría y la paz
que al final encontré

DECLAMANDO A VALLEJO

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Alfonso: estás mirándome lo veo,
Desde el plano implacable donde moran
Lineales los siempre, lineales los jamases…
Tropecé con estas líneas, cuando leía Poemas Humanos, allá por el segundo lustro de los ochenta, en que me propuse aprenderme de memoria Los Nueve Monstruos para poder declamarlo en un certamen cultural en el pueblo joven de El Porvenir, Sector Rio Seco; y no pude evitar sentirme aludido. En este poema el poeta santiaguino, dedica sus versos a su amigo Alfonso da Silva Santisteban, músico talentoso nacido en el Callao, que compartiera con César en Europa agotadoras faenas de bohemia. Cómo poder escapar de la fuerza emotiva que encierran sus líneas cuando termina diciendo
porque te quiero, dos a dos, Alfonso
y casi lo podría decir, eternamente
.
Mi relación con Vallejo se inició mucho antes, durante los cursos de la educación secundaria, frescos están aún, pese a los años transcurridos los 15 minutos que me llevó aprenderme Los Heraldos Negros y las interrogantes que cernieron en mi cabeza para explicarme algunos de sus versos. Años más tarde cuando me propuse declamar sus versos se hizo menos compleja la comprensión.
Retomando estos tiempos he de rememorar las verbenas artísticas que organizábamos en El Porvenir, estos eventos eran promovidos por un grupo de jóvenes entusiastas cuyo único afán era el de llevar algo de cultura a nuestros vecinos, en un lugar alejado de la ciudad de Trujillo en donde no era común escuchar un poema de César Vallejo, presenciar una obra de teatro, o simplemente disfrutar de la música vernacular. Eramos por aquellos tiempos un grupo de jóvenes inquietos, uno de los más animados era Juan Villacorta, presidente de este Club Juvenil que denominamos “Todos Unidos”, si la memoria no me traiciona. Juan es hoy en día, catedrático de la Facultad de Educación de la Universidad Nacional de Trujillo, Jefe del Departamento de Literatura, espero que también recuerde con gratitud aquellos años.
Improvisábamos escenarios en los descampados arenales o sobre algún tráiler habilitado para este fin, en el mejor de los casos en algún salón parroquial o local comunal. Aún recuerdo nostálgicamente, el rostro embelesado de los concurrentes cuando escuchaban a Nacho Narvaez, - declamador colombiano que radicó varios años por estos lares - interpretando poemas de César Vallejo, era simplemente genial y lograba transmitir las emociones del poema a sus observadores y entonces más allá de la significancia de cada verso, el público sin más preparación que la escuela que da la vida, lograba conmoverse y los aplausos eran su manera espontanea de reconocerlo. En aquellos días enrumbaba mis primeros pasos en la declamación fuera de las aulas escolares.
Se han realizado y seguirán efectuándose múltiples estudios sobre la poética vallejiana, y enhorabuena que así sea; no obstante, sus versos al margen de la lingüística, el vanguardismo y la revolución de la palabra con la que fueron concebidos también albergan en su contenido cargas emocionales que hacen despertar las sensibilidad en cualquier ser humano, de allí su universalidad, he aquí la grandeza de quien clamó diciendo: “ Y de resultas del dolor/ estoy triste hasta la cabeza/ y más triste hasta el tobillo/ de ver al pan crucificado…

CAMINANTE

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La noche callada y totalmente oscura, escondía una soledad gélida al son del viento que soplaba a través de sus oídos, abstraído en miles de pensamientos inextricables, enredado en miles de preguntas sin respuestas sin ni siquiera alternativas, sólo caminaba a la luz tenue del farol de la calle, parecía una calle fantasma, coincidentemente en esos largos minutos, ni siquiera un alma en pena atravesaba la calzada. Su paso lento y pesado denotaba una tristeza honda como el abismo de su mirada perdida en la penumbra del pavimento.
Aún se preguntaba si es verdad que el destino estaba escrito, o lo vamos escribiendo a voluntad, y sólo esa interrogante traía consigo una vorágine de por qués, cómos y cuándos, siempre sin explicar, y lo peor de todo es que estaba seguro, que nunca tendría la explicación, y volvía como en un círculo vicioso a repasar los últimos días, los últimos meses, los últimos años, más allá de sus acciones y sus sueños; de lo que hizo, lo que quiso hacer y hasta lo que no pudo hacer, y nuevamente el por qué asaltando sus sienes, rebuscando en su memoria, en su razón, en su madurez y su ingenuidad, entre su conciencia y su indómito interior, sin lograr descifrar la extraña confabulación de espacios, tiempos y circunstancias.
Y entonces no quedaba más que caminar, caminar, caminar…, sin rumbo fijo sin ver más allá del próximo paso, sin cuestionarse, sin responderse, arrastrado por la magia que envolvía su lucidez y lo dopaba en una suerte de éxtasis demencial y adictivo. De pronto una sonrisa guardada se reflejó en su rostro y sin pensar más, sólo atinó a dejarse llevar por su alma, inmersa en el espejo astral que aparecía en su cielo, había vuelto, como y cuando tenía que hacerlo, sino sencillamente dejaría de contarlo, entonces, apresuró el paso y enrumbó …a indagar su destino…